Hay ciertos deportes -el surf es uno de ellos- en los que resulta mejor empezar a una edad temprana, especialmente porque la combinación de una baja estatura y la ausencia de miedo son la combinación perfecta para crear una alegría deshinibida.
Hay algo de innato en la confianza y en el bienestar que experimenta un niño cuando se inicia en una nueva actividad, de la que probablemente sólo alcanza a ver la diversión, la velocidad, la emoción de la pérdida de control… todo ello acompañado de la certidumbre de que todo será, siempre, impresionante. No hay atajos, no hay ninguna razón para no intentarlo.
Una de mis ideas recurrentes es que no soy buena en esto de los deportes de deslizamiento: esquí, snowboard, patinaje, incluso el de montar en bicicleta. Suelo contar una historia personal sobre mi falta de coordinación natural que es el origen de lo que convierte a estas actividades en especialmente peligrosas para mí.
Una vez andaba caminando y caí aparatosamente al suelo.
-¡Hey! ¿Cómo hiciste éso? – me preguntó mi marido.
-«Realmente no sabía que estaba andando.., y me caí…- le respondí.»
Mi explicación le hizo reír y tuve mucha suerte cuando cambió de tema y me dijo: «¿por qué no aprendes a esquiar, a surfear…?»
Pero no se trata de lo físico de estos deportes lo que supone el mayor desafío para mí. Lo más importante es el componente mental. La combinación de velocidad y de pérdida de control es el resultado de la interacción de diferentes elementos impredecibles de la naturaleza o el de una imprevisible falta de confianza en mí misma. Estos factores siempre me han surgido como los mayores obstáculos y con el mi miedo al surf. Todo se resume al papel del miedo. El miedo al dolor, por supuesto. Pero más que eso es un miedo al fracaso, se trata de un miedo a no ser suficientemente bueno. Miedo al surf.
Cuanto más mayor te haces, más difícil resulta aprender cosas impresionantes. Tanto si se trata de tu trabajo o de aficiones elegidas, de mayores solemos participar en aquellas actividades en las que obtenemos mejores resultados. Aprender algo nuevo resulta cada vez más complicado, porque la realidad es que sólo lo vamos a practicar durante poco tiempo ¿A quién le gusta no dar la talla en algo? Especialmente cuando ser malo en algo conlleva un riesgo de padecer dolor físico.
He estado haciendo surf durante un par de meses. Incluso tengo una tabla propia, una Wrigley (el nombre de una marca de tablas). Es maravilloso y he prometido que un día la usaré como hay que usarla. Por el momento surfeo en aguas poco profundas. Cuando veo una ola grande, doy la vuelta y me bajo. Yo suelo palear con el remo. Mi marido es muy paciente. Me pongo sobre la tabla el 25% de las veces. Más o menos. Y tengo la impresión de que me estoy cayendo todo el tiempo. Tengo morados con formas y en lugares en los que no pensé que fueran posibles. Cada vez que veo una ola grande me entra en un pánico momentáneo. Entonces giro la Wrigley y calmadamente ejecuto las acciones que me han enseñado. Lo más importante de todo es que creo que puedo hacerlo.
Un surfista con gran experiencia, al enterarse de que estaba aprendiendo, me dijo: «Tienes tres razones para salir del agua. Es fácil conseguirlo con las dos primeras, pero la tercera es casi imposible».
He tenido mañanas en las que después de un primer vistazo a la playa, con el que mi marido y yo evaluamos el estado del agua, la marea, el número de surferos; sólo tomo en consideración todas las cosas que pueden ser un problema para surfear. Cuando en realidad sólo hay una razón para no hacerlo y es mi propio miedo al surf. Y esa no es ninguna razón
Todo camino comienza con un primer paso y el de aprender con el surf puede iniciarse con un curso de iniciación. Pica en este enlace para conocer todos los detalles.