Se acababa el Invierno y sólo podía pensar en lo poco quedaba para el Verano, no era una estación más en el año, era una época del año que tenía marcada en mi calendario en rojo, todos los avisos conectados en mi móvil y agenda… Ya quedaba menos para volver a Salinas, ya quedaba menos para volver a Surfear.
A todos nos gusta el Verano, días más largos, más actividades y más vida, todos tienen planes, se van a los pueblos de sus padres, hacen viajes a islas a disfrutar de fiestas sin fin, o a playas ruidosas donde tienes que madrugar para coger sitio y luego aguantar niños ruidosos que parece, que han estado entrenando todo el año para llegar a ese nivel de decibelios.
No tener planes para el Verano me generaba estrés, la verdad que vivir en una ciudad como Madrid hace que todo te genere estrés, es la forma de mantenerte alerta y vivo. Al igual que los animales de la sabana, que comen y estan pendientes de que otro animal no se los convierta en su almuerzo.
Pasaba el Invierno de 2016 y seguía sin planes, mientras mis compañeros en la oficina, me “restregaban” los suyos. “Yo me iré a Canarias” “yo haré un treKking”… buscaba un plan diferente uno que me llenará, uno para el que una persona de treinta y pocos tuviera su hueco.
Aquella noche en un canal de televisión, pusieron un reportaje sobre gente que con sus años habían empezado a realizar la práctica de deportes, que siempre pensamos que son para más jóvenes, uno de ellos el Surf me llamo sobremanera. ¿Como un chico de Madrid que apenas ha pisado la playa y que su único contacto con el Surf, quitando una sudadera y unas “zapas”, iba a coger olas?, ¿Porque no?
Lo primero fue buscar el Donde…. algo que a veces parece sencillo, pero hay muchas páginas y demasiada información. Después de un “googleo” aprendí la primera lección, en Verano es mejor el Cantábrico, ya que hay más posibilidades de Olas. Ya tenía muy limitado el margen de búsqueda.
Una vez que había reducido mi búsqueda a Asturias y Cantabria, me centre en buscar algo diferente, de verdad que los cientos de comentarios que aparecen en las redes sociales ayudan para tomar decisiones, aunque a la vez te lo complican ya que hace que quieras ir a todas.
De repente me quede con un lema un mensaje “Salinas Ciudad del Surf”, las fotos me hicieron que pusiera mis miras en esta pequeña localidad de la costa Asturiana y la búsqueda se centraba en cuál de las ofertas que me ofrecía era la que más se adaptaba a mis gustos.
No tarde mucho en decidirme, los vídeos, fotos y comentarios de los que pasaron por la casa me hizo ver que mi decisión era la más acertada. Su Post sobre su Surfhouse, donde se hablaba de la posibilidad de disfrutar de actividades y donde veía que las largas sesiones de Surf, continuaban con sus largas sesiones post surfing, me hizo que me decantará y reservará para que en Agosto mis vacaciones tuvieran sentido. El Surfcamp de las Dunas sería mi decisión
La semana antes, estaba como un niño que va a un campamento, nervios y sin saber que llevar, algo que rápidamente me resolvieron en el teléfono de atención, “Bañador corto, crema de sol, toalla y muchas ganas de pasarlo bien”. Esa fue mi maleta, junto con algo de ropa, por fin mi sudadera de marca surfera y mis “zapas” cumplían su cometido.
Desde el primer momento, me sentí en mi casa, la gente que ya llevaba unos días en la casa, me acogieron muy bien y me integraron desde el primer minuto. Una especie de Gran Hermano en una casa donde compartía habitación con unos chicos de Andalucía y otros de Valencia, pero parecía que todos llevábamos años allí, que nos conocíamos desde siempre, que era una reunión de amigos.
Madrugar tenía sentido, las jornadas de Surf, se iniciaban pronto, el agua no estaba muy fría y pronto me di cuenta, que el Surf es un deporte de perseverancia, “Tranquilo cabesha esto no se coge un día” me decía el monitor con acento andaluz con una sonrisa de oreja a oreja.
Mañana y tarde fui metiendo mis jornadas de Surf, venciendo a mis agujetas, de músculos que no sabía que tenía y venciendo al sueño, ya que era cierto a las largas jornadas de Surf le seguían unas grandes jornadas de post surfing, de contar nuestras experiencias, nuestros avances, frente a una cerveza.
Sin darme cuenta, paso la semana, tan rápido que no me di cuenta que me habían convertido en un adicto al Salitre, al mar y a las largas jornadas de de post surfing.
Ese viaje de vuelta a Madrid se me hizo eterno, como siempre la capital me recibía con un atasco, enorme para que no nos olvidamos donde vivimos y no bajemos la guardia. Todos los conductores que me rodeaban de los lados, que me adelantaban y adelantaba, tenían sus miradas perdidas, casi tristes. Mis sonrisa no entraba en mi coche, recordaba los momentos vividos y una frase se repetía en mi cabeza. Volveré a Salinas, Volveré a las Dunas.
Este año he sido el primero en hacer mis planes de vacaciones, el primero en “restregar” al resto de compañeros cuál eran mis intenciones. Surfing en la Ciudad del Surf… quien sabe puede que alguno se suba conmigo y se convierta en un adicto al salitre